Henry Purcell: el Orfeo Británico que conquistó Inglaterra
Henry Purcell (1659–1695) es uno de esos hombres que, aunque vivió poco tiempo, dejó una huella enorme en la historia de la música. Nació en Londres, en una familia vinculada a la corte, y desde niño mostró un talento precoz: con apenas nueve años ya componía obras en memoria de sus maestros.
Su carrera avanzó con rapidez. A los veinte años obtuvo un cargo de gran prestigio como organista en la Abadía de Westminster, puesto que mantuvo hasta el final de su vida. Allí escribió buena parte de su música sacra, y allí mismo fue enterrado, junto al órgano que solía tocar: un gesto que refleja el aprecio y el respeto que se le tenía.
Purcell murió joven, con tan solo 36 años. No se sabe con certeza la causa: se habla de tuberculosis, de una infección pulmonar e incluso existe una leyenda según la cual habría pasado una noche a la intemperie por una discusión con su esposa. Sea como fuere, su muerte fue sentida como una pérdida nacional.

Un músico para todos los públicos
Purcell tenía la habilidad de moverse con naturalidad entre los mundos más solemnes de la corte y la iglesia y la vitalidad del teatro londinense. Esa versatilidad le ganó el sobrenombre de “Orpheus Britannicus”, con el que a veces firmaba sus obras. Su música se convirtió en símbolo del arte inglés incluso antes de que existieran ideas nacionalistas (surgidas en el siglo XIX).
Hoy sigue considerándose un referente, porque logró algo difícil: dar voz a lo profundamente humano a través de un lenguaje musical a la vez refinado y cercano.

Música que dialoga con las palabras
Uno de los rasgos más fascinantes de Purcell es su uso de la retórica barroca, ese arte de emocionar y persuadir con sonidos. No se limitaba a poner música a un texto: lo ilustraba y lo potenciaba. Algunos ejemplos:
- Una melodía ascendente para un verbo como rise (Elevar).
- Un descenso cromático para evocar tristeza.
- Un acorde tenso para subrayar un momento de dolor.
Esta atención a la relación entre palabra y música hace que sus arias y coros tengan una intensidad casi teatral, y explica por qué se lo recuerda como un auténtico “orador musical”.
Cuatro obras para descubrir

Welcome to all the pleasures
Una oda escrita para Santa Cecilia, patrona de la música. Alegre, variada, con un espíritu festivo que celebra la unión de los músicos y el poder del arte. La obra fue encargada por la Musical Society of London, una agrupación que anualmente organizaba un concierto en honor a la santa el 22 de noviembre. Esta fue, de hecho, la primera vez que Purcell compuso una Ode Ceciliana, inaugurando una serie de obras que continuarían en los años siguientes y que culminarían en su célebre: “Hail! Bright Cecilia” (1692).
Además de su valor musical, Welcome to all the pleasures tiene una dimensión simbólica: celebra la música como arte divino y civilizador, capaz de unir a los seres humanos y elevar el espíritu. Esta visión humanista, muy en consonancia con la mentalidad del barroco tardío, se encuentra en muchas otras obras de Purcell dedicadas a Santa Cecilia.
Evening Service in G minor
Un ejemplo magistral de música litúrgica anglicana: sobria, en modo menor, pero llena de momentos de serena emoción. La obra incluye dos de los textos más importantes del servicio vespertino: el Magnificat (Cántico de María) y el Nunc dimittis (Cántico de Simeón), ambos provenientes del Evangelio de Lucas.
En estos movimientos, Purcell combina la austeridad del tono menor con un lirismo contenido que subraya tanto la humildad como la esperanza, presentes en los textos. Las líneas vocales, distribuidas entre las distintas voces del coro SATB (soprano, alto, tenor, bajo), muestran una atención minuciosa a la declamación del texto y a las sutilezas retóricas que cada palabra conlleva.
El uso del modo menor (en este caso, sol menor) confiere al conjunto una atmósfera de serena introspección, muy distinta de las versiones más grandiosas o festivas de estos mismos cantos compuestas por otros músicos barrocos.
Purcell evita el exceso de ornamentación en favor de una claridad textual y una arquitectura musical que sirven al carácter devocional de la obra. Sin embargo, incluso en esta sobriedad, logra insertar momentos de intensa emoción, especialmente en pasajes como “He remembering his mercy” o “To be a light to lighten the Gentiles”, donde el tratamiento armónico revela la riqueza espiritual del texto. En conjunto, el Evening Service in G minor representa no solo la madurez musical de Purcell, sino también su capacidad para unir la liturgia anglicana con una sensibilidad barroca única.
Funeral Sentences
Escritas en torno a 1680 y utilizadas en funerales de Estado, destacan por su intensidad contenida y su capacidad de conmover sin recurrir al dramatismo. Están basadas en textos tomados del Libro de Oración Común anglicano, específicamente las frases utilizadas en los ritos funerarios, que comienzan con “Man that is born of a woman” y “In the midst of life we are in death”. Purcell compuso al menos tres de estas oraciones alrededor de 1680, cuando aún era joven, y se cree que formaban parte de un ciclo más amplio.
Estas obras destacan por su economía de medios y su intensidad emocional. Escritas para coro a cappella o con acompañamiento continuo muy sobrio, la música está impregnada de una serena dignidad. Purcell logra un equilibrio perfecto entre la austeridad litúrgica y la profundidad expresiva, en una música que conmueve sin recurrir al dramatismo excesivo.
Lo más notable es cómo Purcell traduce en música la fragilidad de la vida humana y la esperanza cristiana. Las disonancias sutiles, las líneas vocales suspendidas y los silencios expresivos crean un clima de recogimiento, que invita a la meditación y al consuelo.
Estas oraciones fueron interpretadas en los funerales de la reina María II en 1695, pocos meses antes de la muerte del propio Purcell. Más tarde, sirvieron de modelo para compositores como William Croft y fueron fuente de inspiración para la música fúnebre de Handel.

Te Deum and Jubilate Deo
Compuestos en 1694 para una ceremonia de Acción de Gracias— muestra a un Purcell exuberante, con un estilo casi sinfónico para la época. Es una música majestuosa, alegre y vibrante, escrita para solistas, coro, cuerdas y trompetas, que celebra la gloria divina con intensidad y sofisticación.
Un legado vivo
La música de Purcell ha acompañado coronaciones, funerales, celebraciones y conciertos durante más de tres siglos. Pero, más allá de los grandes acontecimientos, sigue llegando al oyente actual porque conserva una cualidad intemporal: la capacidad de hablar directamente a las emociones.
Este texto nace, de la investigación que realicé para el concierto Music for a while, que tuve el privilegio de ofrecer junto al Coro de la Sociedad Coral de Madrid el pasado mes de junio. Preparar ese programa fue una oportunidad única para sumergirnos en la riqueza expresiva de Purcell y comprobar, una vez más, cómo su música continúa conmoviendo tanto a intérpretes como a oyentes.
En ese concierto, nuestra soprano y profesora de canto Liliana Mazzarri acompañada al órgano por Manuel Pacheco nos regalaron una hermosa versión de «Music for a while», aria que Purcell compuso como parte de la música incidental para la obra de teatro Edipo de John Dryden y Nathaniel Lee, estrenada en 1692.


Purcell fue, en apenas 36 años, mucho más que un compositor brillante: fue el creador de un lenguaje musical inglés propio y un puente entre lo solemne y lo cotidiano, lo espiritual y lo humano.
Escucharlo hoy es descubrir que la música barroca no es un arte lejano, sino una voz cercana que todavía sabe conmovernos.



¡Excelente contenido! Muchas felicitaciones por este gran trabajo muy bien logrado
Gracias! Espero que lo disfrutes!
Estupendo José! Que ese blog siga engordando con palabras y música!
Gracias querida, un beso grande!